“¡Wow, éste nuevo ramen de
cerdo es totalmente genial!, ¡podría ser instantáneo, pero son fideos
masticables! El ajo añade un buen sabor, ¡pero tiene una deliciosa carne de
cerdo también!”
Desde hace un rato, Kamamoto
había estado comiendo y alabando un tipo de ramen recién sacado. Junto a él
estaba Yata, con una cara seria y ojos entrecerrados, mientras mantenía a la
única habitación del apartamento bajo observación.
Era tarde ahora y ellos
habían acampado en un parque. Estaban sentados, uno junto al otro en un banco,
mientras Kamamoto tenía un dispensador de agua caliente y una bolsa de plástico
con algo de comida.
Más temprano, una pareja de
acaramelados había tenido la intención de entrar en el parque, pero a medida
que avanzaron sus ojos se posaron en los dos que estaban sentados –Kamamoto
comiendo y Yata de brazos cruzados mirando fijamente a un lugar indefinido– se
apresuraron a salir de inmediato. Buena
elección, pensó Yata con fastidio.
“Yata-san, ¿quieres un
poco?”
Mientras bebía hasta la
última gota del caldo del ramen, Kamamoto sacó más comida de la bolsa de
plástico con un ruidoso crujido.
“¡No!...Y de todos modos,
¿cuánto más piensas comer todavía?”
“Sin embargo, sabes
Yata-san. Nunca hubiese imaginado que llegaríamos a estar juntos así de nuevo.”
Dijo Kamamoto mientras vertía agua caliente para otra taza de ramen, ésta vez
con sabor a soja.
Yata miró de lado mientras
posaba una sonrisa torcida.
“Sí, supongo que sí.”
Yata y Kamamoto habían sido
amigos de la infancia antes. O, más bien, Kamamoto solía ser un subordinado de
Yata.
En aquel entonces, Yata era
el más fuerte de todos los niños del barrio en cuanto de una pelea se trataba,
por lo que se impregno un aire de comandante que lideró a todos los niños
alrededor del lugar. Kamamoto podría haber sido un año mayor, pero solo era un
débil y llorón chico gordo.
Yata protegía a Kamamoto a
menudo, así que también se sentía con derecho a empujarlo y hacerlo trabajar
para él hasta el hueso. Y Kamamoto, quién adoraba a Yata y lo seguía a donde
quiera que fuese, mejoró su imagen de “chico malo” un poco y lo hizo ver mejor.
Este era el mismo Kamamoto.
El Kamamoto que utilizó su
largo y grande cuerpo con una gran cantidad de esfuerzo para seguir a Yata en
los alrededores.
Sin embargo, se había unido
a Homra hace bastante tiempo atrás, y desde entonces, de alguna manera, había
subido escalones hacía un posición bastante bien parada.
Cuando era un niño solo era
un pequeño y pálido chico gordo. Pero ahora había crecido a una gran altura
asegurándose de no perder sus grandes proporciones en absoluto, y su piel que
solía parecerse a la de un cerdo blanco, había ganado bastante el tono de un
prominente bronceado.
Cuando
se reencontraron en Homra y se reconocieron, para ser francos, Yata se sintió
helado. Pero aún con esa cara de miedo que tenía ahora, Kamamoto solo mostraba
la misma expresión ingenua que solía tener cuando eran niños y le saludó
alegremente – “¿¡Yata-san!?, ¡en realidad eres tú Yata-san!” – y así Yata
volvió a entablar su vieja confianza.
La
presencia de Kamamoto fue probablemente la razón para que Yata se adaptara tan rápidamente
después de haber entrado a Homra – tal vez solo un poco, pero sin duda
desempeño un importante papel. Debido a que Kamamoto, quién ya era una figura
muy respetada en Homra, lo llamaba “Yata-san” y lo escuchaba, Yata se había
convertido fácilmente en ‘alguien’ para los demás, a pesar del poco tiempo que
había pasado desde que se había unido.
Y
ahora, dándose la vuelta para ver a su ex-subordinado y actual compañero, Yata
se irguió recto con el fin de anunciar cuidadosamente una reflexión que se
había estado planteando últimamente.
“Por
cierto, a partir de ahora voy a estar peleando mucho en nombre de Mikoto-san,
¿no?”
“Sí.”
“Entonces,
¿no tendré que hacer algo como…decir mi nombre al enemigo, más o menos?, ¿no
necesito algún nombre que tenga estilo para estos momentos?”
“Solo…
¿el usual Yata Misaki, podría ser?”
A
la respuesta de Kamamoto, los labios de Yata se curvaron formando un puchero.
“Eso
no es genial, demonios.”
“Ah
claro, ahora lo recuerdo. A Yata-san no le gusta su nombre porque suena como el
de una chica.”
Molesto, Yata le dio un golpe en la cabeza. Con
una gran queja de dolor, Kamamoto llevo su mano hacer la parte superior de su
cabeza para protegerla. Este tipo
respuesta seguía siendo la misma desde que era pequeño.
“Eso
me dolió, Yata-san…”, dijo mientras frotaba su cabeza y con los ojos llorosos.
“Entonces, ¿qué? No me digas que pensabas hacerte otro nombre tú mismo”
“¡Claro
que sí!” Respondió Yata al instante con un reajustado estado de ánimo. De pie
frente al banco, tomo uan determinada postura, posandose delante de Kamamoto
con una mano en la cadera y apuntándose a si mismo con su pulgar.
“¡Yatagarasu!, ¿qué te parece?”
Kamamoto
le dirigió una mirada con los ojos entrecerrados, escéptica.
“…Bueno…eso
está ¿bien?”
“¿Qué
demonios con esa débil expresión?”
“Más
importante,” dijo Kamamoto, “¿está bien que abandonemos nuestra guardia?”
Con
esas palabras dichas, indicó con la barbilla el departamento que se encontraba
detrás de ellos.
“¡Ah!”
Con esas palabras Yata pareció recordar de repente su deber y recobró el
sentido al presente, reorientándose a medida que se daba la vuelta.
Así
es, Kusanagi-san les había dado una importante misión.
“Sin
embargo, las instrucciones fueron algo extrañas,” Dijo Kamamoto con un tono
contrastado entre relajado y desinteresado, voz que casi destruyó el exceso de
entusiasmo de Yata.
“¿Eh?”
“No,
quiero decir… ¿para proteger a la señorita Kushina y su pequeña sobrina, de
ella?, como debería decir esto… ¿no es un poco extraño?”
Mantengan un ojo en Honami y Anna, en
caso de que ocurra algo fuera de lo común, asegúrense de que no hubo ningún
daño y de que no están en peligro, luego repórtenlo inmediatamente.
Esas
fueron las órdenes emitidas por Kusanagi.
De
hecho, habían sido un poco vagas y extrañas, pero Honami era una persona
significativa para Suoh. Seguramente había mucho peligro a su alrededor, y el
deber de ellos era derrotar a los enemigos que asecharan. Esto era lo que había
imaginado Yata, orgulloso de sí mismo y dándolo todo con una gran entusiasmo.
“Nos
dejaron la guardia de la señorita Kushina a nosotros, ¿verdad? ¡Entonces
realmente tenemos que dar nuestro mejor esfuerzo!”
“…Sí,
pero…” Luciendo no totalmente satisfecho con esa explicación, Kamamoto sorbió
los fideos que quedaban en su taza en un solo aliento. “Suponiendo que
realmente hay una posibilidad de que haya algún peligro para la señorita
Kushina, ¿no fueron sus guardias elegidos al azar? Y lo que dijo Kusanagi-san
sonaba más como si nos estuviera diciendo que lo hiciéramos por si acaso y
llegara a pasar algo extraño, más que protegerla… Eso realmente no tiene mucho
sentido… ”
Yata
crispó su ceja.
“Te
aseguras de muchos detalles pequeños… ¡Eres gordo, por lo que tienes una mente
amplia también!”
“En
primer lugar, Yata-san, ¿estas no fueron órdenes para ti y Fushimi?”
Ante
las palabras dichas por Kamamoto, Yata se quedó inmóvil por un segundo y luego
chasqueó la lengua.
“Ese
tipo…solo siguió diciendo como era problemático y esas cosas…últimamente está
siendo un verdadero dolor de cabeza pasar el rato con él…”
Últimamente
el comportamiento de Fushimi había cambiado por completo desde que solían pasar
el rato junto en la escuela. Tratando de fingir desinterés Yata pateó el tacón
de sus zapatos contra el suelo.
“¿Hm?,
Oh, oye…Eso de allí”
Ante
el sonido de la voz de Kamamoto, Yata levantó la cabeza. Kamamoto señalo la
puerta del apartamento de Honami.
Cuando
levantó la vista, Yata vio una pequeña sombra que trataba de salir de la
habitación.
Era
Anna.
“¿Qué
está haciendo esa chica?”
Estirando el torso sobre la parte superior del
banco para ver mejor, Yata entrecerró los ojos. Anna llevaba en la espalda una
mochila que no coincidía para nada con su vestido de volantes y adornado encaje
en lo más mínimo. Salió con cuidadosos y silenciosos movimientos, luego cerró
suavemente la puerta detrás de ella.
Kamamoto
frunció el ceño y arqueó la cabeza. “¿Una niña tan pequeña sale a jugar a esta
hora?”
“¡Eso
parece más a que está huyendo de casa!”
Ninguna
otra razón le vino a la mente de porque una niña saldría de casa a esas horas
de la noche, sola, y con una gran bolsa como esa.
Yata
y Kamamoto se miraron mutuamente y luego se pusieron de pie al unísono.
Anna
se encontraba bajando las escaleras del complejo de apartamentos con pasos
apresurados y Yata corrió rápidamente para poder llegar a la parte final de las
escaleras para poder atraparla. Pero, antes de que los dos muchachos llegaran,
una sombra diferente apareció, permaneciendo al final de las escaleras como si
tuviera el fin de bloquearlas.
Era
una silueta que vestía un traje azul, parecido a un uniforme militar. Yata
recordaba haber visto ese traje antes.
…¿¡Los Azules!?
Después
de haber descendido hasta llegar a la primera planta, Anna pareció finalmente
notar la figura vestida de azul que le acorto el paso en las escaleras. Con
repentina sorpresa, ella se detuvo.
Un
millón de alarmas sonaron por la cabeza de Yata, y de repente sonó un clic en su mente.
Mientras
corría, su patineta, que había estado sosteniendo todo este tiempo con su
brazo, cayó al suelo rebotando contra
este, ocasionando una especia de zumbido, las ruedas de ésa chocaron contra el
suelo causando una lluvia de pequeñas chispas a su alrededor. Así, dejando
atrás a Kamamoto, Yata acortó la distancia a toda velocidad con Anna y la
figura vestida de azul.
El
Azul se encontraba diciendo algo, y mientras hablaba avanzaba un paso más
cerca. Completamente arrinconada, Anna retrocedía un paso a su vez.
Yata
no tenía idea de cómo, pero ese chico había asustado a Anna. Y ahora extendía
una mano para agarrarla.
“¡Detente,
bastardo!...” Gritó Yata, y la patineta voló por los aires.
Una
llama roja similar a un aura, cubrió la patineta, debido a que recibió los
poderes de Yata, se movió a través del aire, acercándose rápidamente a la
figura vestida de azul.
Y,
debido a que Yata saltó, el objetivo al que le apuntaba se giró mirándolo.
Aquellos
ojos penetrantes que mostraban gran inteligencia, no tenían a su alrededor un
solo rastro de sorpresa. Con ágiles movimiento, el azul saltó ligeramente hacia
atrás huyendo de la trayectoria de la patineta de Yata, manteniendo una
distancia segura. Al aterrizar, la patineta sonó ruidosamente contra el suelo y
se detuvo en frente de Anna. Tomando una posición por la cual pudiese estar en
frente de Anna, Yata miró al desconocido azul.
“¿Quién
diablos eres tú?, ¿qué quieres con esta chica?”
“Ese
color que poseen tus habilidades…eres un miembro del clan del Tercer Rey
titular entonces. Yo debería ser el que pregunte qué es lo que quieres.”
El
Azul era un hombre que se encontraba tal vez a la mitad de sus veinte años.
Tenía un rostro delgado, ojos pequeños que miraban firmemente a Yata detrás de
su flequillo negro.
Yata
tiró hacia abajo la parte superior de su camisa en respuesta.
“Soy
Yata, de Homra” En su clavícula se encontraba la marca de ‘Homra’. “Esta chica
es algo así como una de nuestros miembros. No puedo pasar por alto que algún
bastardo quiera acercársele.”
Sin
mostrar nada más que una mirada fría hacia la ‘marca’ que había mostrado con
tanto orgullo, sus ojos no mostraron ninguna emoción en lo absoluto. El hombre vestido de azul miro de nuevo a
Yata. Justo en ese momento, Kamamoto finalmente los alcanzó y se colocó al lado
de su amigo, recuperando el aliento. Pero incluso encontrándose dos contra uno
ahora, su oponente no mostro signo de angustia.
Yata
miro directamente hacia la delgada y pálida cara del azul. En su interior podía
sentir su sangre hirviendo con una descarga de adrenalina, ya que su cuerpo se
encontraba listo para la batalla. Como si se derramara en su piel, un aura de
luz le envolvió completamente – en rojo, el color del primer y único Rey que
existía para él, Suoh Mikoto.
“Ya
entendí, chico azul. Tienes que ser un miembro del clan azul. Ustedes no tienen
Rey, ¿cierto?” Incluso
Yata, que había puesto sus pies en este mundo hace poco tiempo, había escuchado
por lo menos eso. Hubo un total de siete reyes en el país y cada uno de ellos
tenía poderes sobrenaturales. Sin embargo, el rey azul había muerto en un
incidente hace diez años, y uno nuevo tenía que aparecer. Como tal, el actual
Clan Azul, que se encontraba sin un Rey y conservaba milagrosamente la
estructura de su organización, no se constituía en más que un grupo de personas
reunidas con habilidades especiales.
Original
y esencialmente, los Azules – actualmente llamados Scepter 4 y reconocidos como
un Clan por sus uniformes azules – tomaron el deber de tratar casos en los que personas
con habilidades sobrenaturales estuviesen alterando el orden público. Un grupo
que, para empezar, no era compatible en carácter con Yata y el Clan Rojo.
Pero,
como Yata trató deliberadamente de provocarlo, el hombre vestido de Azul que se
encontraba delante de él, no hizo más que mover una pestaña. Sus finos labios
se separaron con calma y habló sin interés.
“Hazte
a un lado, miembro del Clan Rojo. Si me desafías aquí entonces se puede pensar
que estas desafiando la voluntad del Segundo Rey titular.”
Mientras
seguía con la mirada fija en el Azul, Yata le susurró a Kamamoto.
“Segundo
Rey titular… ¿quién es?”
“¡Es
el gobernante del Distrito Siete!” Le susurró Kamamoto con gran urgencia.
Aun
así, a Yata no le sonaba conocerlo.
“¿Qué
gobernante?”
“¡Vamos,
tú sabes!, ¿esa enorme torre en el Distrito Siete? Eso es obra del Rey Dorado.
Ha sido Rey desde que terminó la guerra, ¡él es el Rey más grande!”
Respondiendo
automáticamente a las palabras dichas por Kamamoto, Yata le dio un golpe fuerte
en la cabeza.
“¡Ow…!
Oye, eso porque f–“
“¡Idiota!
¡Obviamente el Rey más grande es Mikoto-san!”
“Eso
no es lo que quise decir–“
Sin
embargo, finalmente, luego de la explicación dada por Kamamoto, Yata recordó.
Sea como sea que haya estado confundido acerca de quién o qué era el Segundo
Rey titular, las palabras “Rey Dorado” le sonaron incluso a él.
El
Distrito Siete era un centro político y económico que se encontraba bajo el
gobierno de este Rey. Y el gran edificio que estaba en el centro de éste, la
Torre Mihashira, era algo que, por supuesto, Yata conocía también.
Kokujouji
Daikaku.
Ese
era el nombre del gobernante del Distrito Siete. El nombre del Segundo Rey
titular – el Rey Dorado.
Al
mismo tiempo que era el Rey dotado con poderes color oro, también era,
básicamente, el actual Rey del país. Había sido gracias a su poder, mientras
controlaba su gobierno y supervisaba su economía, que Japón había podido crecer
hasta ser tan fuerte como lo era ahora.
Y,
para ser el símbolo de todo esto, se levantó la Torre Mihashita como castillo
para ese hombre.
Sin
embargo, incluso sabiendo todo eso, para Yata no era más que “aquel edificio
vistoso y molesto”.
“Eh,
no me importa si es el Segundo Rey titular o el gobernante o lo que sea, ¡pero
no veo alguna razón para mí para estar asustado o arrepentirme! En primer
lugar, ¿no eres un miembro del Clan Azul? Qué, ¿¡cómo tu Rey está muerto ahora
vas a menear la cola a los pies de otro!?”
Dijo
burlándose – o, más bien, en realidad estaba superando los niveles de una
irritación genuina.
Un
rey era alguien que la gente miraba con genuinos sentimientos. Para seguir las
órdenes de otro – o para proclamar el nombre de ese otro – el servir a otro era
digno de desprecio, era a lo que Yata se refería.
Sin
embargo, apenas Yata había dicho esas palabras, la cara del Azul se llenó de
color.
Sin
embargo su cara que había parecido casi una máscara, todo este tiempo, sin
ninguna emoción, incluso ni siquiera sus ojos o sus labios delgados se habían
movido como la esquina de su ojo que en ese momento se crispó.
En
el instante siguiente, un viento azul comenzó a surgir.
De
poco a poco, en forma de advertencia, el Azul se empezó a acercar rápidamente a
ellos.
La
sorpresa de Yata solo duró una pequeña fracción de segundo, tomando rápidamente
una postura defensiva, preparándose para bloquear cualquier golpe. Se dio
cuenta pronto, sin embargo, él no era realmente el objetivo que el Azul se
había dirigido a atacar.
Era
Kamamoto.
Con
la rapidez de una bala, el Azul fue directamente hacia él, desenvainando su
espada.
Kamamoto no tardó en reaccionar tampoco. A
pesar de todo el ramen que había comido más temprano, movió su gran cuerpo en contraste con la rapidez del azul, y
esquivó su espada mientras daba un ligero salto hacia atrás. Además, su figura
estaba envuelta ahora en llamas rojas.
“¡Cuidado!”
Gritó Yata, y antes de que pudiera pensar, saltó con su patineta. Con sus pies
firmemente plantados en la patineta,
torció su cuerpo hacia la derecha en medio del salto que había hecho.
Clang. La parte inferior de la patineta había golpeado el metal
de la espada. Las auras rojas y azules se encontraron, repeliéndose entre sí.
Tan
pronto como aterrizó, las ruedas de la patineta se impactaron contra el suelo,
provocando un chirrido ensordecedor. Sin perder tiempo, Yata tomo a Kamamoto
por la parte trasera de su sudadera, arrastrándolo lejos del segundo asaltante.
Tan pronto como había sido rescatado por Yata, los ojos de Kamamoto se abrieron
para mirar al atacante, del cual, no había notado la presencia detrás de él.
Al
principio, Yata pensó que tal vez el Azul había utilizado alguna técnica de
espejo.
El
segundo atacante también se encontraba vestido en un uniforme azul – y por si
fuera poco, su rostro era una perfecta copia de la del rostro del primer
hombre, el cual se encontraba delante de ellos. Literalmente, la única
diferencia era que el primer hombre tenía el pelo negro, mientras que el otro
lo tenía de un castaño claro.
“Ustedes
dos…”
Ellos
tenían que ser gemelos. Los dos Azules, cabello negro y castaño
respectivamente, se agruparon uno al lado del otro. Con sus espadas
desenvainadas, miraban a los dos chicos delante de ellos.
Yata
chasqueó la lengua sonoramente.
“¡Eso
es jugar sucio, bastardo!” Gritó. “Escondiéndose así. Hay dos de ustedes y dos
de nosotros, ¡así que solo vengan y enfréntenos!”
Los
Azules inclinaron ligeramente sus cabezas, mostrando una delgada sonrisa.
“Lamentablemente
ese no es…”
“…Exactamente
nuestro estilo.”
“¡Hmph!”
Molesto y disgustado por los unidos
gemelos que hablaron de una forma por la cual sus líneas pudieran coincidir de
manera uniforme, Yata dio una dura patada para impulsarse en su patineta. La
parte delantera de esta se levantó un poco, y, como una espada, con punta
señaló a su enemigo. “¡Bien, entonces! Yo seré su oponente. ¡Ambos pueden venir
por mi si se atreven!”
“Basta.”
De
pronto, la voz de una niña pequeña corto la exaltación de Yata para pelear.
“¿Eh?”
Volteó para mirar la fuente de esa voz.
Era
Anna.
Atrapado
completamente en su irritación contra los Azules, Yata había olvidado por
completo su existencia. Por el otro lado, los Azules parecían haber caído en la
misma situación. Al darse cuenta de la presencia de Anna, actuaron como si
hubiesen recordado algo de repente y compartieron una mirada entre ellos.
“…No
tenemos ninguna razón para pelear con ustedes aquí.” Dijo el de pelo negro.
Yata
frunció el ceño con todas sus fuerzas. “Qué demonios estás diciendo bastardo.
¡Tú fuiste el único que empezó esto!”
“Solo
estábamos respondiendo a tus insultos.” Dijo el de pelo castaño.
El
de cabello negro miró a Anna.
“Te
das cuenta de tu posición, ¿correcto?” Le preguntó.
Con
un ligero temblor, Anna hizo un débil gesto.
“¿Quiénes
son estos chicos para ti?” Le preguntó el de pelo castaño.
“…Amigos
de Honami,” fue su respuesta.
En
la mente de un niño, todos los conocidos de una persona con asumidos como
‘amigos’ de forma automática. Esto no
era más que eso, pero aun así Yata sintió a su corazón latir más rápido
escuchando que lo llamaban ‘amigo’ de una persona significativa para el Rey.
“Mantente
segura de no olvidar bajo que jurisdicción estás,” señaló con frialdad del de
pelo negro.
Al
oír esas simples e imperturbables palabras, Yata funció el ceño.
“¡Oye!
¿De qué demonios estás hablando?”
“No
tiene nada que ver contigo. ¿Estoy en lo cierto?”
Estando
en silencio por lo que sea que el de pelo castaño haya dado a entender, Anna
asintió en silencio de nuevo. Yata empezó a sentirse enfermo del estómago.
“¡No
amenacen a una niña!”
“No
estamos amenazando a nadie.”
“Solo
estamos exponiendo algunos hechos.”
Los
gemelos vestidos de azul, alternaron una vez más su discurso mientras guardaban
sus espadas.
Dándose
cuenta de esto, Yata se calmó un poco. No importaba qué, él no era capaz de
atacar a un enemigo que había guardado su arma.
“…
¿Tú relajándote?”
“O-oye,
tal vez no deberíamos provocarlos innecesariamente–“
“Cállate.”
Diciéndole
esto a un preocupado Kamamoto, Yata miró a los Azules. No importaba como lo
vieras, esos dos eran sombríos. No podía saber lo que estaba pasando, pero Yata
estaba seguro de que esos chicos tenían que ser para lo que Kusanagi-san les
dijo que se encontraran de guardias. Así que, ¿no deberían simplemente darles
una paliza aquí y ahora? Eso era lo que pensaba, pero al recordar la voz de
Anna deteniéndolos, dudó en poner en práctica esta idea.
Entrecerrando
sus ojos una vez más, los Azules mostraron algo similar a una sonrisa.
“Simplemente
estamos cumpliendo con nuestro deber. Si decides obstruirnos, esta vez te mataran.
“
“El
Clan Dorado no podrá ser nuestro Rey, pero es nuestro jefe. Lo único que
lograrán atacando precipitadamente al Clan Dorado sería hacer quedar mal a su
Rey.”
Diciendo
esto con indiferencia, los gemelos vestidos de azul miraron una vez más a Anna.
Era como si, utilizando solo sus ojos, estuviesen transmitiendo algún tipo de
frialdad. Dejando así las cosas, se giraron en sus talones, y con movimientos
rígidos, que contrastaban la rapidez del viento al igual que sus ataques, se
retiraron.
Manteniendo
la mirada fija en ellos hasta que los perdió completamente de vista, Yata negó
salir de su posición de batalla hasta que se fueron.
“…Wow,
¡Yata-san! ¡Realmente eres sorprendente!,” dijo entusiasmado Kamamoto tan
pronto como los Azules ya no eran visibles. “Bueno, quiero decir, sé que me has
salvado en incontables ocasiones cuando éramos pequeños… ¡y yo tenía la
sensación de que serías muy fuerte en Homra, Yata-san! ¡Pero esto es un nivel
completamente nuevo! ¡Realmente deberías olvidar el llamarte a ti mismo
Yatagarasu!... Ah, ahora que lo pienso, ¿recuerdas cuando antes dijiste tu
nombre?”
Mientras
se encontraba de pie junto a Kamamoto, recibiendo su discurso entusiasta, Yata
estaba preocupado por otra cosa.
“…Kamamoto.”
“¿Qué?...”
Tratando
de poner una expresión valiente ante el rostro infantil que estaba haciendo,
Yata giró bruscamente su cabeza hacia Kamamoto. Con sudor frío formado en su cara,
se veía casi al borde de las lágrimas.
“Kamamotooo…”
“¿Q-qué
pasa?” Dijo Kamamoto, sorprendido por el tonó lastimero con el que habl+o Yata.
“¿Seguro
que está bien?”
“¿El
qué?”
“¿No
hice quedar mal a Mikoto-san, vedad?”
Yata
estaba preocupado por las palabras anteriormente dichas por los azules. Esa parte
de “hacer quedar mal a su Rey” simplemente no podía de dejar de darle vueltas a
su cabeza una y otra vez. Para él, Suoh era un héroe fuerte y genial, y estar a
su servicio era el orgullo de Yata. Sin embargo, si sus actos causaban un hueco
en la imagen de Suoh…
Por
solo un momento, Kamamoto se quedó atónito, pero luego le brindó una sonrisa y
palmeó tranquilamente a Yata en la espalda.
“¡No
te preocupes por eso! Era solo palabrería de esos perdedores.”
“¡C-cierto!
Eso es lo que era, ¿no?”
“Más
importante…” Dijo Kamamoto con voz baja y seria, viendo a Anna detrás de él.
Yata
también dirigió su mirada a ella.
Anna
se veía tan rígida e inexpresiva que realmente comenzó a preocuparse. ¿En
realidad no era un maniquí o algo así?
“Entonces,
¿qué demonios eran esos azules al final?,” le preguntó a Anna, quién permaneció
congelada en su lugar. “¿Conoces a esos tipos?”
No
hubo respuesta.
“…Por
cierto, ¿estabas tratando de huir de casa o algo así?”
Una
vez más, no hubo respuesta.
Era
una pérdida, Yata miró a Kamamoto, pidiéndole ayuda con la mirada. Pero el otro
solo hizo una mueca mostrando que se encontraba también en problemas como él.
“B-bueno,
está bien, ¡estoy seguro que hay veces en las que te gustaría salir de casa!
Sí. Quiero decir, la señorita Kushina es agradable, pero ella es una maestra ye
as cosas, así que esto seguro de que hay momentos en los que te pone los pelos
de punta y…”
Esta
vez, hubo respuesta.
Como
tratando de negar con desesperación las palabras dichas por Yata, Anna
frenéticamente negó con la cabeza.
“…Así
que estás tratando de decir, ¿qué la señorita Kushina no es molesta o algo?”
Anna
alzó su barbilla e inclinó un poco su cabeza. Yata rascó su cabeza.
“Entonces,
¿hiciste algo malo en la escuela?...Espera, estuviste en el hospital todo este tiempo,
es probable que no vayas a la escuela.”
Lentamente,
Anna bajó la cabeza, pareciendo culpable. Y así Yata y Kamamoto se encontraron
perdidos aún más, la puerta del apartamento se abrió de golpe, y así Honami
irrumpió repentinamente afuera, con la cara viva de preocupación. Ella
finalmente había notado que Anna había desaparecido.
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