sábado, 28 de junio de 2014

Capítulo 1: Tercera parte.

“¡Wow, éste nuevo ramen de cerdo es totalmente genial!, ¡podría ser instantáneo, pero son fideos masticables! El ajo añade un buen sabor, ¡pero tiene una deliciosa carne de cerdo también!”

Desde hace un rato, Kamamoto había estado comiendo y alabando un tipo de ramen recién sacado. Junto a él estaba Yata, con una cara seria y ojos entrecerrados, mientras mantenía a la única habitación del apartamento bajo observación.  

Era tarde ahora y ellos habían acampado en un parque. Estaban sentados, uno junto al otro en un banco, mientras Kamamoto tenía un dispensador de agua caliente y una bolsa de plástico con algo de comida.

Más temprano, una pareja de acaramelados había tenido la intención de entrar en el parque, pero a medida que avanzaron sus ojos se posaron en los dos que estaban sentados –Kamamoto comiendo y Yata de brazos cruzados mirando fijamente a un lugar indefinido– se apresuraron a salir de inmediato. Buena elección, pensó Yata con fastidio.

“Yata-san, ¿quieres un poco?”

Mientras bebía hasta la última gota del caldo del ramen, Kamamoto sacó más comida de la bolsa de plástico con un ruidoso crujido.

“¡No!...Y de todos modos, ¿cuánto más piensas comer todavía?”

“Sin embargo, sabes Yata-san. Nunca hubiese imaginado que llegaríamos a estar juntos así de nuevo.” Dijo Kamamoto mientras vertía agua caliente para otra taza de ramen, ésta vez con sabor a soja.

Yata miró de lado mientras posaba una sonrisa torcida.

“Sí, supongo que sí.”

Yata y Kamamoto habían sido amigos de la infancia antes. O, más bien, Kamamoto solía ser un subordinado de Yata.

En aquel entonces, Yata era el más fuerte de todos los niños del barrio en cuanto de una pelea se trataba, por lo que se impregno un aire de comandante que lideró a todos los niños alrededor del lugar. Kamamoto podría haber sido un año mayor, pero solo era un débil y llorón chico gordo.

Yata protegía a Kamamoto a menudo, así que también se sentía con derecho a empujarlo y hacerlo trabajar para él hasta el hueso. Y Kamamoto, quién adoraba a Yata y lo seguía a donde quiera que fuese, mejoró su imagen de “chico malo” un poco y lo hizo ver mejor.

Este era el mismo Kamamoto.

El Kamamoto que utilizó su largo y grande cuerpo con una gran cantidad de esfuerzo para seguir a Yata en los alrededores.

Sin embargo, se había unido a Homra hace bastante tiempo atrás, y desde entonces, de alguna manera, había subido escalones hacía un posición bastante bien parada.

Cuando era un niño solo era un pequeño y pálido chico gordo. Pero ahora había crecido a una gran altura asegurándose de no perder sus grandes proporciones en absoluto, y su piel que solía parecerse a la de un cerdo blanco, había ganado bastante el tono de un prominente bronceado.

Cuando se reencontraron en Homra y se reconocieron, para ser francos, Yata se sintió helado. Pero aún con esa cara de miedo que tenía ahora, Kamamoto solo mostraba la misma expresión ingenua que solía tener cuando eran niños y le saludó alegremente – “¿¡Yata-san!?, ¡en realidad eres tú Yata-san!” – y así Yata volvió a entablar su vieja confianza. 

La presencia de Kamamoto fue probablemente la razón  para que Yata se adaptara tan rápidamente después de haber entrado a Homra – tal vez solo un poco, pero sin duda desempeño un importante papel. Debido a que Kamamoto, quién ya era una figura muy respetada en Homra, lo llamaba “Yata-san” y lo escuchaba, Yata se había convertido fácilmente en ‘alguien’ para los demás, a pesar del poco tiempo que había pasado desde que se había unido.

Y ahora, dándose la vuelta para ver a su ex-subordinado y actual compañero, Yata se irguió recto con el fin de anunciar cuidadosamente una reflexión que se había estado planteando últimamente.

“Por cierto, a partir de ahora voy a estar peleando mucho en nombre de Mikoto-san, ¿no?”

“Sí.”

“Entonces, ¿no tendré que hacer algo como…decir mi nombre al enemigo, más o menos?, ¿no necesito algún nombre que tenga estilo para estos momentos?”

“Solo… ¿el usual Yata Misaki, podría ser?”

A la respuesta de Kamamoto, los labios de Yata se curvaron formando un puchero.

“Eso no es genial, demonios.”

“Ah claro, ahora lo recuerdo. A Yata-san no le gusta su nombre porque suena como el de una chica.”

Molesto, Yata le dio un golpe en la cabeza. Con una gran queja de dolor, Kamamoto llevo su mano hacer la parte superior de su cabeza para protegerla. Este tipo  respuesta seguía siendo la misma desde que era pequeño.

“Eso me dolió, Yata-san…”, dijo mientras frotaba su cabeza y con los ojos llorosos. “Entonces, ¿qué? No me digas que pensabas hacerte otro nombre tú mismo”

“¡Claro que sí!” Respondió Yata al instante con un reajustado estado de ánimo. De pie frente al banco, tomo uan determinada postura, posandose delante de Kamamoto con una mano en la cadera y apuntándose a si mismo con su pulgar. “¡Yatagarasu!, ¿qué te parece?”

Kamamoto le dirigió una mirada con los ojos entrecerrados, escéptica. 

“…Bueno…eso está ¿bien?”

“¿Qué demonios con esa débil expresión?”

“Más importante,” dijo Kamamoto, “¿está bien que abandonemos nuestra guardia?”

Con esas palabras dichas, indicó con la barbilla el departamento que se encontraba detrás de ellos.

“¡Ah!” Con esas palabras Yata pareció recordar de repente su deber y recobró el sentido al presente, reorientándose a medida que se daba la vuelta.

Así es, Kusanagi-san les había dado una importante misión.

“Sin embargo, las instrucciones fueron algo extrañas,” Dijo Kamamoto con un tono contrastado entre relajado y desinteresado, voz que casi destruyó el exceso de entusiasmo de Yata.

“¿Eh?”

“No, quiero decir… ¿para proteger a la señorita Kushina y su pequeña sobrina, de ella?, como debería decir esto… ¿no es un poco extraño?”

Mantengan un ojo en Honami y Anna, en caso de que ocurra algo fuera de lo común, asegúrense de que no hubo ningún daño y de que no están en peligro, luego repórtenlo inmediatamente. 

Esas fueron las órdenes emitidas por Kusanagi.

De hecho, habían sido un poco vagas y extrañas, pero Honami era una persona significativa para Suoh. Seguramente había mucho peligro a su alrededor, y el deber de ellos era derrotar a los enemigos que asecharan. Esto era lo que había imaginado Yata, orgulloso de sí mismo y dándolo todo con una gran entusiasmo.

“Nos dejaron la guardia de la señorita Kushina a nosotros, ¿verdad? ¡Entonces realmente tenemos que dar nuestro mejor esfuerzo!”

“…Sí, pero…” Luciendo no totalmente satisfecho con esa explicación, Kamamoto sorbió los fideos que quedaban en su taza en un solo aliento. “Suponiendo que realmente hay una posibilidad de que haya algún peligro para la señorita Kushina, ¿no fueron sus guardias elegidos al azar? Y lo que dijo Kusanagi-san sonaba más como si nos estuviera diciendo que lo hiciéramos por si acaso y llegara a pasar algo extraño, más que protegerla… Eso realmente no tiene mucho sentido… ” 

Yata crispó su ceja.

“Te aseguras de muchos detalles pequeños… ¡Eres gordo, por lo que tienes una mente amplia también!”

“En primer lugar, Yata-san, ¿estas no fueron órdenes para ti y Fushimi?” 

Ante las palabras dichas por Kamamoto, Yata se quedó inmóvil por un segundo y luego chasqueó la lengua.

“Ese tipo…solo siguió diciendo como era problemático y esas cosas…últimamente está siendo un verdadero dolor de cabeza pasar el rato con él…”

Últimamente el comportamiento de Fushimi había cambiado por completo desde que solían pasar el rato junto en la escuela. Tratando de fingir desinterés Yata pateó el tacón de sus zapatos contra el suelo.

“¿Hm?, Oh, oye…Eso de allí”

Ante el sonido de la voz de Kamamoto, Yata levantó la cabeza. Kamamoto señalo la puerta del apartamento de Honami.

Cuando levantó la vista, Yata vio una pequeña sombra que trataba de salir de la habitación.

Era Anna.

“¿Qué está haciendo esa chica?”

Estirando el torso sobre la parte superior del banco para ver mejor, Yata entrecerró los ojos. Anna llevaba en la espalda una mochila que no coincidía para nada con su vestido de volantes y adornado encaje en lo más mínimo. Salió con cuidadosos y silenciosos movimientos, luego cerró suavemente la puerta detrás de ella.

Kamamoto frunció el ceño y arqueó la cabeza. “¿Una niña tan pequeña sale a jugar a esta hora?”

“¡Eso parece más a que está huyendo de casa!”

Ninguna otra razón le vino a la mente de porque una niña saldría de casa a esas horas de la noche, sola, y con una gran bolsa como esa.

Yata y Kamamoto se miraron mutuamente y luego se pusieron de pie al unísono.

Anna se encontraba bajando las escaleras del complejo de apartamentos con pasos apresurados y Yata corrió rápidamente para poder llegar a la parte final de las escaleras para poder atraparla. Pero, antes de que los dos muchachos llegaran, una sombra diferente apareció, permaneciendo al final de las escaleras como si tuviera el fin de bloquearlas.

Era una silueta que vestía un traje azul, parecido a un uniforme militar. Yata recordaba haber visto ese traje antes.

…¿¡Los Azules!?

Después de haber descendido hasta llegar a la primera planta, Anna pareció finalmente notar la figura vestida de azul que le acorto el paso en las escaleras. Con repentina sorpresa, ella se detuvo.

Un millón de alarmas sonaron por la cabeza de Yata, y de repente sonó un clic en su mente.

Mientras corría, su patineta, que había estado sosteniendo todo este tiempo con su brazo, cayó al suelo rebotando contra este, ocasionando una especia de zumbido, las ruedas de ésa chocaron contra el suelo causando una lluvia de pequeñas chispas a su alrededor. Así, dejando atrás a Kamamoto, Yata acortó la distancia a toda velocidad con Anna y la figura vestida de azul.

El Azul se encontraba diciendo algo, y mientras hablaba avanzaba un paso más cerca. Completamente arrinconada, Anna retrocedía un paso a su vez.

Yata no tenía idea de cómo, pero ese chico había asustado a Anna. Y ahora extendía una mano para agarrarla.

“¡Detente, bastardo!...” Gritó Yata, y la patineta voló por los aires.

Una llama roja similar a un aura, cubrió la patineta, debido a que recibió los poderes de Yata, se movió a través del aire, acercándose rápidamente a la figura vestida de azul.

Y, debido a que Yata saltó, el objetivo al que le apuntaba se giró mirándolo.

Aquellos ojos penetrantes que mostraban gran inteligencia, no tenían a su alrededor un solo rastro de sorpresa. Con ágiles movimiento, el azul saltó ligeramente hacia atrás huyendo de la trayectoria de la patineta de Yata, manteniendo una distancia segura. Al aterrizar, la patineta sonó ruidosamente contra el suelo y se detuvo en frente de Anna. Tomando una posición por la cual pudiese estar en frente de Anna, Yata miró al desconocido azul.

“¿Quién diablos eres tú?, ¿qué quieres con esta chica?”

“Ese color que poseen tus habilidades…eres un miembro del clan del Tercer Rey titular entonces. Yo debería ser el que pregunte qué es lo que quieres.”

El Azul era un hombre que se encontraba tal vez a la mitad de sus veinte años. Tenía un rostro delgado, ojos pequeños que miraban firmemente a Yata detrás de su flequillo negro.

Yata tiró hacia abajo la parte superior de su camisa en respuesta.

“Soy Yata, de Homra” En su clavícula se encontraba la marca de ‘Homra’. “Esta chica es algo así como una de nuestros miembros. No puedo pasar por alto que algún bastardo quiera acercársele.” 

Sin mostrar nada más que una mirada fría hacia la ‘marca’ que había mostrado con tanto orgullo, sus ojos no mostraron ninguna emoción en lo absoluto.  El hombre vestido de azul miro de nuevo a Yata. Justo en ese momento, Kamamoto finalmente los alcanzó y se colocó al lado de su amigo, recuperando el aliento. Pero incluso encontrándose dos contra uno ahora, su oponente no mostro signo de angustia.

Yata miro directamente hacia la delgada y pálida cara del azul. En su interior podía sentir su sangre hirviendo con una descarga de adrenalina, ya que su cuerpo se encontraba listo para la batalla. Como si se derramara en su piel, un aura de luz le envolvió completamente – en rojo, el color del primer y único Rey que existía para él, Suoh Mikoto.

“Ya entendí, chico azul. Tienes que ser un miembro del clan azul. Ustedes no tienen Rey, ¿cierto?” Incluso Yata, que había puesto sus pies en este mundo hace poco tiempo, había escuchado por lo menos eso. Hubo un total de siete reyes en el país y cada uno de ellos tenía poderes sobrenaturales. Sin embargo, el rey azul había muerto en un incidente hace diez años, y uno nuevo tenía que aparecer. Como tal, el actual Clan Azul, que se encontraba sin un Rey y conservaba milagrosamente la estructura de su organización, no se constituía en más que un grupo de personas reunidas con habilidades especiales.

Original y esencialmente, los Azules – actualmente llamados Scepter 4 y reconocidos como un Clan por sus uniformes azules – tomaron el deber de tratar casos en los que personas con habilidades sobrenaturales estuviesen alterando el orden público. Un grupo que, para empezar, no era compatible en carácter con Yata y el Clan Rojo.

Pero, como Yata trató deliberadamente de provocarlo, el hombre vestido de Azul que se encontraba delante de él, no hizo más que mover una pestaña. Sus finos labios se separaron con calma y habló sin interés.

“Hazte a un lado, miembro del Clan Rojo. Si me desafías aquí entonces se puede pensar que estas desafiando la voluntad del Segundo Rey titular.”

Mientras seguía con la mirada fija en el Azul, Yata le susurró a Kamamoto.

“Segundo Rey titular… ¿quién es?”

“¡Es el gobernante del Distrito Siete!” Le susurró Kamamoto con gran urgencia.

Aun así, a Yata no le sonaba conocerlo.

“¿Qué gobernante?”

“¡Vamos, tú sabes!, ¿esa enorme torre en el Distrito Siete? Eso es obra del Rey Dorado. Ha sido Rey desde que terminó la guerra, ¡él es el Rey más grande!”

Respondiendo automáticamente a las palabras dichas por Kamamoto, Yata le dio un golpe fuerte en la cabeza.

“¡Ow…! Oye, eso porque f–“

“¡Idiota! ¡Obviamente el Rey más grande es Mikoto-san!”

“Eso no es lo que quise decir–“

Sin embargo, finalmente, luego de la explicación dada por Kamamoto, Yata recordó. Sea como sea que haya estado confundido acerca de quién o qué era el Segundo Rey titular, las palabras “Rey Dorado” le sonaron incluso a él.

El Distrito Siete era un centro político y económico que se encontraba bajo el gobierno de este Rey. Y el gran edificio que estaba en el centro de éste, la Torre Mihashira, era algo que, por supuesto, Yata conocía también. 

Kokujouji Daikaku.

Ese era el nombre del gobernante del Distrito Siete. El nombre del Segundo Rey titular – el Rey Dorado.

Al mismo tiempo que era el Rey dotado con poderes color oro, también era, básicamente, el actual Rey del país. Había sido gracias a su poder, mientras controlaba su gobierno y supervisaba su economía, que Japón había podido crecer hasta ser tan fuerte como lo era ahora. 

Y, para ser el símbolo de todo esto, se levantó la Torre Mihashita como castillo para ese hombre.

Sin embargo, incluso sabiendo todo eso, para Yata no era más que “aquel edificio vistoso y molesto”.

“Eh, no me importa si es el Segundo Rey titular o el gobernante o lo que sea, ¡pero no veo alguna razón para mí para estar asustado o arrepentirme! En primer lugar, ¿no eres un miembro del Clan Azul? Qué, ¿¡cómo tu Rey está muerto ahora vas a menear la cola a los pies de otro!?”

Dijo burlándose – o, más bien, en realidad estaba superando los niveles de una irritación genuina.

Un rey era alguien que la gente miraba con genuinos sentimientos. Para seguir las órdenes de otro – o para proclamar el nombre de ese otro – el servir a otro era digno de desprecio, era a lo que Yata se refería.

Sin embargo, apenas Yata había dicho esas palabras, la cara del Azul se llenó de color.

Sin embargo su cara que había parecido casi una máscara, todo este tiempo, sin ninguna emoción, incluso ni siquiera sus ojos o sus labios delgados se habían movido como la esquina de su ojo que en ese momento se crispó.

En el instante siguiente, un viento azul comenzó a surgir.

De poco a poco, en forma de advertencia, el Azul se empezó a acercar rápidamente a ellos.

La sorpresa de Yata solo duró una pequeña fracción de segundo, tomando rápidamente una postura defensiva, preparándose para bloquear cualquier golpe. Se dio cuenta pronto, sin embargo, él no era realmente el objetivo que el Azul se había dirigido a atacar.

Era Kamamoto.

Con la rapidez de una bala, el Azul fue directamente hacia él, desenvainando su espada.

Kamamoto no tardó en reaccionar tampoco. A pesar de todo el ramen que había comido más temprano, movió su gran cuerpo  en contraste con la rapidez del azul, y esquivó su espada mientras daba un ligero salto hacia atrás. Además, su figura estaba envuelta ahora en llamas rojas.

“¡Cuidado!” Gritó Yata, y antes de que pudiera pensar, saltó con su patineta. Con sus pies firmemente plantados en  la patineta, torció su cuerpo hacia la derecha en medio del salto que había hecho.

Clang. La parte inferior de la patineta había golpeado el metal de la espada. Las auras rojas y azules se encontraron, repeliéndose entre sí.

Tan pronto como aterrizó, las ruedas de la patineta se impactaron contra el suelo, provocando un chirrido ensordecedor. Sin perder tiempo, Yata tomo a Kamamoto por la parte trasera de su sudadera, arrastrándolo lejos del segundo asaltante. Tan pronto como había sido rescatado por Yata, los ojos de Kamamoto se abrieron para mirar al atacante, del cual, no había notado la presencia detrás de él.

Al principio, Yata pensó que tal vez el Azul había utilizado alguna técnica de espejo.

El segundo atacante también se encontraba vestido en un uniforme azul – y por si fuera poco, su rostro era una perfecta copia de la del rostro del primer hombre, el cual se encontraba delante de ellos. Literalmente, la única diferencia era que el primer hombre tenía el pelo negro, mientras que el otro lo tenía de un castaño claro.

“Ustedes dos…”

Ellos tenían que ser gemelos. Los dos Azules, cabello negro y castaño respectivamente, se agruparon uno al lado del otro. Con sus espadas desenvainadas, miraban a los dos chicos delante de ellos.

Yata chasqueó la lengua sonoramente.

“¡Eso es jugar sucio, bastardo!” Gritó. “Escondiéndose así. Hay dos de ustedes y dos de nosotros, ¡así que solo vengan y enfréntenos!”  

Los Azules inclinaron ligeramente sus cabezas, mostrando una delgada sonrisa.

“Lamentablemente ese no es…”

“…Exactamente nuestro estilo.”

“¡Hmph!” Molesto y disgustado por los  unidos gemelos que hablaron de una forma por la cual sus líneas pudieran coincidir de manera uniforme, Yata dio una dura patada para impulsarse en su patineta. La parte delantera de esta se levantó un poco, y, como una espada, con punta señaló a su enemigo. “¡Bien, entonces! Yo seré su oponente. ¡Ambos pueden venir por mi si se atreven!”

“Basta.”

De pronto, la voz de una niña pequeña corto la exaltación de Yata para pelear.

“¿Eh?” Volteó para mirar la fuente de esa voz.

Era Anna.     

Atrapado completamente en su irritación contra los Azules, Yata había olvidado por completo su existencia. Por el otro lado, los Azules parecían haber caído en la misma situación. Al darse cuenta de la presencia de Anna, actuaron como si hubiesen recordado algo de repente y compartieron una mirada entre ellos.

“…No tenemos ninguna razón para pelear con ustedes aquí.” Dijo el de pelo negro.

Yata frunció el ceño con todas sus fuerzas. “Qué demonios estás diciendo bastardo. ¡Tú fuiste el único que empezó esto!”

“Solo estábamos respondiendo a tus insultos.” Dijo el de pelo castaño.

El de cabello negro miró a Anna.

“Te das cuenta de tu posición, ¿correcto?” Le preguntó.

Con un ligero temblor, Anna hizo un débil gesto.

“¿Quiénes son estos chicos para ti?” Le preguntó el de pelo castaño.

“…Amigos de Honami,” fue su respuesta. 

En la mente de un niño, todos los conocidos de una persona con asumidos como ‘amigos’  de forma automática. Esto no era más que eso, pero aun así Yata sintió a su corazón latir más rápido escuchando que lo llamaban ‘amigo’ de una persona significativa para el Rey.

“Mantente segura de no olvidar bajo que jurisdicción estás,” señaló con frialdad del de pelo negro.

Al oír esas simples e imperturbables palabras, Yata funció el ceño. 

“¡Oye! ¿De qué demonios estás hablando?”

“No tiene nada que ver contigo. ¿Estoy en lo cierto?”

Estando en silencio por lo que sea que el de pelo castaño haya dado a entender, Anna asintió en silencio de nuevo. Yata empezó a sentirse enfermo del estómago.

“¡No amenacen a una niña!”

“No estamos amenazando a nadie.”

“Solo estamos exponiendo algunos hechos.”

Los gemelos vestidos de azul, alternaron una vez más su discurso mientras guardaban sus espadas.
Dándose cuenta de esto, Yata se calmó un poco. No importaba qué, él no era capaz de atacar a un enemigo que había guardado su arma.

“… ¿Tú relajándote?”

“O-oye, tal vez no deberíamos provocarlos innecesariamente–“

“Cállate.”

Diciéndole esto a un preocupado Kamamoto, Yata miró a los Azules. No importaba como lo vieras, esos dos eran sombríos. No podía saber lo que estaba pasando, pero Yata estaba seguro de que esos chicos tenían que ser para lo que Kusanagi-san les dijo que se encontraran de guardias. Así que, ¿no deberían simplemente darles una paliza aquí y ahora? Eso era lo que pensaba, pero al recordar la voz de Anna deteniéndolos, dudó en poner en práctica esta idea.

Entrecerrando sus ojos una vez más, los Azules mostraron algo similar a  una sonrisa.

“Simplemente estamos cumpliendo con nuestro deber. Si decides obstruirnos, esta vez te mataran. “

“El Clan Dorado no podrá ser nuestro Rey, pero es nuestro jefe. Lo único que lograrán atacando precipitadamente al Clan Dorado sería hacer quedar mal a su Rey.”

Diciendo esto con indiferencia, los gemelos vestidos de azul miraron una vez más a Anna. Era como si, utilizando solo sus ojos, estuviesen transmitiendo algún tipo de frialdad. Dejando así las cosas, se giraron en sus talones, y con movimientos rígidos, que contrastaban la rapidez del viento al igual que sus ataques, se retiraron.

Manteniendo la mirada fija en ellos hasta que los perdió completamente de vista, Yata negó salir de su posición de batalla hasta que se fueron.

“…Wow, ¡Yata-san! ¡Realmente eres sorprendente!,” dijo entusiasmado Kamamoto tan pronto como los Azules ya no eran visibles. “Bueno, quiero decir, sé que me has salvado en incontables ocasiones cuando éramos pequeños… ¡y yo tenía la sensación de que serías muy fuerte en Homra, Yata-san! ¡Pero esto es un nivel completamente nuevo! ¡Realmente deberías olvidar el llamarte a ti mismo Yatagarasu!... Ah, ahora que lo pienso, ¿recuerdas cuando antes dijiste tu nombre?”

Mientras se encontraba de pie junto a Kamamoto, recibiendo su discurso entusiasta, Yata estaba preocupado por otra cosa.

“…Kamamoto.”

“¿Qué?...”

Tratando de poner una expresión valiente ante el rostro infantil que estaba haciendo, Yata giró bruscamente su cabeza hacia Kamamoto. Con sudor frío formado en su cara, se veía casi al borde de las lágrimas.

“Kamamotooo…”

“¿Q-qué pasa?” Dijo Kamamoto, sorprendido por el tonó lastimero con el que habl+o Yata.

“¿Seguro que está bien?”

“¿El qué?”

“¿No hice quedar mal a Mikoto-san, vedad?”

Yata estaba preocupado por las palabras anteriormente dichas por los azules. Esa parte de “hacer quedar mal a su Rey” simplemente no podía de dejar de darle vueltas a su cabeza una y otra vez. Para él, Suoh era un héroe fuerte y genial, y estar a su servicio era el orgullo de Yata. Sin embargo, si sus actos causaban un hueco en la imagen de Suoh…

Por solo un momento, Kamamoto se quedó atónito, pero luego le brindó una sonrisa y palmeó tranquilamente a  Yata en la espalda.

“¡No te preocupes por eso! Era solo palabrería de esos perdedores.”

“¡C-cierto! Eso es lo que era, ¿no?”

“Más importante…” Dijo Kamamoto con voz baja y seria, viendo a Anna detrás de él.    

Yata también dirigió su mirada a ella.

Anna se veía tan rígida e inexpresiva que realmente comenzó a preocuparse. ¿En realidad no era un maniquí o algo así?

“Entonces, ¿qué demonios eran esos azules al final?,” le preguntó a Anna, quién permaneció congelada en su lugar. “¿Conoces a esos tipos?”

No hubo respuesta.

“…Por cierto, ¿estabas tratando de huir de casa o algo así?”

Una vez más, no hubo respuesta.

Era una pérdida, Yata miró a Kamamoto, pidiéndole ayuda con la mirada. Pero el otro solo hizo una mueca mostrando que se encontraba también en problemas como él.

“B-bueno, está bien, ¡estoy seguro que hay veces en las que te gustaría salir de casa! Sí. Quiero decir, la señorita Kushina es agradable, pero ella es una maestra ye as cosas, así que esto seguro de que hay momentos en los que te pone los pelos de punta y…”

Esta vez, hubo respuesta.

Como tratando de negar con desesperación las palabras dichas por Yata, Anna frenéticamente negó con la cabeza.

“…Así que estás tratando de decir, ¿qué la señorita Kushina no es molesta o algo?”

Anna alzó su barbilla e inclinó un poco su cabeza. Yata rascó su cabeza.

“Entonces, ¿hiciste algo malo en la escuela?...Espera, estuviste en el hospital todo este tiempo, es probable que no vayas a la escuela.”

Lentamente, Anna bajó la cabeza, pareciendo culpable. Y así Yata y Kamamoto se encontraron perdidos aún más, la puerta del apartamento se abrió de golpe, y así Honami irrumpió repentinamente afuera, con la cara viva de preocupación. Ella finalmente había notado que Anna había desaparecido.
        

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